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Belleza perdida [trasfondo para ejército de Warhammer]

     Los ojos de Nemrac se perdían entre las sombras de la tenebrosa estancia. Las telarañas y el polvo cubrían el escaso mobiliario de la habitación que desde hacía tiempo era su hogar, si a aquellas ruinas en medio de un bosque perdido se les podía llamar de tal manera. Un fuego inusitado brillaba en su mirada; las noticias de Odracir, el nigromante al que ella había seducido y convertido en esclavo años atrás, acerca de una muchacha que rondaba por las inmediaciones de las ruinas, la había perturbado. Y hacía demasiado tiempo que nada la emocionaba: la irrevocable vacuidad en su alma corrompida era cada vez mayor.      Empezó a sumirse en un extraño sueño, a dejarse llevar por la amarga presencia de los Recuerdos. La osadía de aquella intrusa le recordaba a ella misma cuando era joven y hermosa, cuando era humana y decidió enfrentarse a la Muerte adentrándose, a solas con su valentía, en las profundidades del Pináculo de Plata. Parecía estar viviendo de ...

Orión creía en las hadas.

     Orión creía en las Hadas. Jugaba con el Poder y trazaba líneas de luz en el aire. Soñaba con la Suerte y dormía. Al día siguiente aún veía dragones tras la puerta y contenía al aliento ante las farolas rotas. Su mundo era Su Mundo y, cuando volvía a casa, veía a sus padres retozar en la desesperanza y huía, lloraba y rezaba a las Estrellas. No era nada romántico, desde luego, ni ahora lo es. No era locura, aunque un escalofrío le recorría la espalda cuando cruzaba algunas puertas. Siempre creyó que no había vuelta atrás, que ya nada podía hacer por encontrar cierta armonía en su cosmos dividido. Sabía que tendría que elegir. Pero ahora...ahora duerme bajo las sábanas, con los ojos cosidos y las manos muertas, el estómago envuelto en humo y desidia. A veces da breves paseos por un parque asesino y piensa en cómo debería sentirse, en si es lícito emocionarse ante la belleza de un estanque verde plagado de mosquitos. Ya no habla con los árboles, ni da de comer a sus cua...