Abusones.
El bullying ha llegado a las calles. Cuanto más arrinconados se sienten los abusones, cuanto más se identifica el problema y se le ponen soluciones y menos impunes se sienten en el ámbito privado (en casa, en los colegios, en los trabajos), más reprimidos se sienten y más necesidad de dar rienda suelta a sus instintos públicamente. Son la voz colectiva de personas que quieren tener el derecho a expresar su rabia mediante el insulto y el acoso a las personas (ideas) a las que ellas consideran culpables de su malestar. Para estas personas, las ideas y las personas son uno: si criticas su ideología o sus creencias, les estás atacando a ellos. No conciben que las ideas sean algo heredado, que puede cambiar, que exista la experiencia, o la memoria, o la imaginación, o la influencia o la educación o la publicidad; que nuestras ideas y nuestra identidad no son la misma cosa. Y como no saben debatir y rebatir, o argumentar, la forma de "destruir" una idea que les incomoda, les da miedo o les pone furiosos, es destruir a esa persona, como símbolo. Es el mecanismo básico del maltrato psicológico: negar primero sus ideas ("es tu opinión, pero no es la verdad"), luego sus emociones ("eres hipersensible/quejica/eres un ofendidito/ tienes la piel muy fina= eres un blandengue) y finalmente su percepción, es decir, negar hechos o incluso la ciencia, llegando al punto de decir que la evolución o el movimiento de los planetas son "opiniones". Anularte. Te acosan, te insultan, niegan tu existencia diciendo que lo que eres, piensas, sientes o haces no es normal y que por lo tanto no existe, y cuando por fin, a veces años, a veces siglos después, sacas la voz para quejarte y la valentía para decir que eres tan real y tan humano como cualquier otro, entonces se burlan de ello: te ofendes muy rápido, son solo bromas, eres una histérica, estás en uno de esos días, hay cosas más importantes de las que preocuparse. Violencia también hay hacia los hombres, All lives matter, los heteros también tenemos problemas, los españoles primero.
La violencia del abusador se está normalizando y justificando. No estoy descubriendo el mundo, pero últimamente es algo palpable y respirable. Allá donde voy, me encuentro con gente enfadada, con ganas de pelea, con más prisa por hablar y opinar que por escuchar y vivir. Que niega continuamente los problemas ajenos porque también tiene los suyos. Que intentan menospreciar tus sentimientos de amor o empatía, de cuidado, o de esperanza, incapaces ya de sentir nada que no sea euforia de poder o rabia y frustración. Que infravaloran la inteligencia, la "intelectualidad", llamando a ese profesor "el Coletas" o "el Rastas", o burlándose del pelo de alguien que ha dedicado toda su vida a la ciencia. Eso es lo importante, al parecer, de alguien que dedica su vida al conocimiento o a mejorar la vida de la gente: su puto pelo. Personas que valoran por encima de todo el "echarle huevos", el puñetazo en la mesa, y retorcer los argumentos para hacerte dudar de ti mismo, mediante mentiras que ellos mismos se creen e intentan hacerte creer. Anularte como persona, que desaparezcas, que no haya nada ni nadie que se oponga a su realidad. La realidad de no tener la más mínima idea de quién son, de dónde vienen, a dónde van, lo que sienten o lo que valen. Su falta de autoestima es una futura paliza, física o verbal, a alguien que sí tiene claro lo que vale su dignidad y ser uno mismo.
Es de traca. Que algunos nos pasemos la vida aguantando insultos, defendiéndonos de ideas y prejuicios de gente que no nos conoce de nada que ni siquiera saben de lo que están hablando, teniendo que soportar los chistes, los bromas, por ser gordo, por ser gay, por ser un niño inteligente al que le gustaba más leer que jugar al fútbol. Para otras es una discapacidad, o ser mujer, o hija de inmigrantes, o tener la piel oscura. Ostia, de verdad, qué absurdo. Que tenga que decidir, cada vez que me encuentro ante burlas o conflictos o injusticias, si contesto y provoco una discusión que puede ser desagradable, o me callo porque no vale la pena pero me voy a casa ansioso y triste. Escuchando aun así los problemas de otros, haciéndome el tonto innumerables veces por no hacer sentir mal al otro y porque estoy harto de explicarme, respetando los tiempos de cada cual para asimilar y entender, sin presiones. "Es que me cuesta entenderlo, respétalo"; pero mientras tanto, no tenemos los mismos derechos. Especialmente el derecho a vivir en paz y sin sentirte continuamente juzgado.
Es de traca, como digo, que después de tantos años, ya todo resiliencia y aceptación y asertividad, habiendo sobrevivido a situaciones y a personas que no les deseo ni a mi peor enemigo, tenga que sentirme supuestamente culpable por quejarme cuando me siento agredido y que encima me intenten hacer sentir a mí como el que monta los pollos, el que rompe la paz. ¿Hablan de tolerarme? No, disculpa: soy yo el que lleva tolerando a personas como esa toda la puta vida. Tolerando sus gritos, su violencia, su rechazo a pensar, a debatir. No, amiguitos: somos todas las personas que no estamos incluidas, según vuestro punto de vista o incluso según las leyes, en lo "normal", en lo aceptado, en lo incluido como "ciudadano con derechos", las que estamos hasta los cojones de vosotros. Con vuestra ranciedad, vuestra cerrazón, vuestra estupidez, vuestro machismo y vuestra idea de una sociedad de gente "normal" con todos los derechos, mientras las demás debemos tragar, callar y consentir que nos releguéis a ciudadanos de segunda sin los mismos derechos, o directamente que nos eliminéis de la ecuación, como excepciones, desviaciones, casos puntuales, sin importancia. Hay problemas específicos de mujeres (trans o cis), de personas con diversidad funcional, o enfermedades raras, o de personas de otros países que quieren vivir en España, o de estudiantes o trabajadoras que tienen que emigrar porque aquí no tienen oportunidades, o de personas soportando día tras día el racismo, individual pero también social e institucional, o de personas que viven el amor, el afecto, la sexualidad o su expresión o identidad de género acorde a cómo lo sienten y experimentan y no a cómo unos señores determinaron que debía sentirse el amor o el placer, con quién, y qué personas eran las adecuadas para formar un hogar. Otras personas que directamente no tienen hogar, ni techo, o personas mayores que ya no son "productivas" y por lo tanto, nos sobran. Todo personas que son continuamente juzgadas, reprendidas, discriminadas o agredidas, cuando no asesinadas, porque son deshumanizadas, su voz acallada, sus sentimientos y experiencia puestos en duda, su realidad borrada. No es verdad que haya pobres en España, no es verdad que haya violencia de género, no es verdad que sufráis. No es verdad, no es verdad, no es verdad. Y a base de repetirlo, hasta uno mismo se lo acaba creyendo.
Llevo toda mi vida enfrentándome a personas así. Siendo fuerte y combativo a veces, y otras dejándome arrastrar por la desesperación y acabando enfermo, deprimido. Por suerte, hay gente que tiende a vivir y gente que tiende a dejarse morir y yo soy de los primeros, y siempre salgo en mi propia ayuda, desde fuera, mi Yo pasado o mi Yo futuro, y me digo: "Ey, qué coño haces ahí parado. Espabila, hay mucho por hacer." A veces uno piensa que se ha anulado a sí mismo preocupado por los demás, y otras que realmente no ha hecho nada por las personas que de verdad lo necesitan. A veces necesito una soledad absoluta para respirar hondo y encontrarme de nuevo, y otras me muero porque el amor se me desborda y necesito la piel y la mente de los Otros. Pero contra los acosadores lo tengo muy claro: ni un solo momento de miedo o de duda. No quiero formar parte de una sociedad continuamente dividida, peleada, violenta, agresiva, irrespetuosa, o que no entienda que, o nos subimos todos al barco, o lo hundimos y nos vamos todos en canoa. Lo que no puede ser es que la gente en su día a día esté haciendo grandes esfuerzos por seguir adelante, y enfrentándose a grandes injusticias, o situaciones realmente dramáticas, o con lo justo en el bolsillo, y tenga que esperar a que otros, que jamás han vivido ese tipo de situaciones, decidan si son o no son problemas importantes y que, para aplastarles aún más contra el lodo, les tachen además de "victimistas". Estoy harto del menosprecio, de la prepotencia, y de esas sonrisitas de sarcasmo que algunos se gastan, pensando "Tú di y reclama lo que quieras, que las cosas no van a cambiar". Las mismas personas que crean y legislan sistemas injustos son las que los disfrutan, en el pico de la pirámide, y las que te dicen que las cosas son como son. Son así, al parecer, por derecho divino. O de nacimiento. Pero lo cierto es que las cosas son como son porque unos señores lo decidieron así, en base a sus ideas, su condición y sus intereses. Decidieron qué sería lo "normal", que recibiría todo el apoyo y reconocimiento, y qué condiciones estarían fuera de esa normalidad y de esos derechos. Y ya ha pasado suficiente tiempo, me parece a mí, como para que eso cambie. Ya está bien, ya. Ya vale de querer encasillarnos en un modelo de convivencia, de decirnos a quién debemos querer y cómo expresarlo, de negarte tus derechos humanos por haber nacido en otro lugar (¡mala suerte! Es el mercado, amigos), en otro trozo de tierra. Ya vale con la maldita imposición del género. Que son ideas obsoletas, marchitas, irreales, caducas. Que no han tenido en cuenta la experiencia y voz de gran parte de los protagonistas del relato. Que ya es hora de que aquí participemos todos y se construya una sociedad a partir de eso, y no de lo que unos cuantos decidan incluir en el pack. Que han contado la historia según les ha convenido y no estamos de acuerdo, y queremos justicia. No quiero mis privilegios ni como hombre, ni como blanco, ni como español, si eso legitima que otros no tengan los mismos derechos que yo tengo. No deberíamos sentir tanta impotencia, cuando se supone que somos los que elegimos cómo funcionan las cosas. Porque no basta con votar una vez cada cuatro años. A la vista está que no. La única solución real es debatir, argumentar, escuchar, vivir, leer, dejar de percibir a los demás como alguien ajeno cuyas ideas o sentimientos nos resultan indiferentes. Nos estamos convirtiendo en psicópatas tras las pantallas. No puede ser. No quiero un mundo así.
No quiero un mundo lleno de abusones.
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