Discurso de fiesta de graduación, año 1998
¡Damas y caballeros, señoras y señores y gente del mundo en
general!
Buenas tardes (o
buenas noches, por si alguno de ustedes decide dormirse con este
discurso). Hoy es un día muy especial para todos nosotros. Especial,
porque (¡POR FIN!) hemos superado con éxito la dura prueba del
Abitur que es, sin duda algunas, una de las más temidas y esperadas
por todo alumno de aqueste nuestro colegio. Como todos ustedes
sabrán, el Abitur simboliza el término de nuestro paso por el
Colegio Alemán y, en teoría y como su propio nombre indica, el
haber alcanzado la madurez; pero eso es discutible en algunos casos
y en ningún momento uno debe creerse lo suficientemente maduro como
para dejar de aprender de todo aquello que nos depare la vida.
Es innegable que
durante todos estos años hemos vivido numerosas experiencias:
agradables la mayoría, otras no tanto, pero siempre hemos sacado
algo positivo de ellas. En la mente de cada uno de nosotros se
encuentran todas las divertidas (algunas catastróficas) anécdotas,
las nuevas amistades que se forjaron, que existen y que perdurarán
por los siglos de los siglos (aunque hay que recordar aquellas épicas
batallas entre la clase A y la clase C y su posterior reconciliación
a raíz de nuestra unión en la 9, que dio lugar a la más bella e
idílica relación de convivencia y amistad en algunos casos); y, por
supuesto, las excursiones, en especial los viajes al extranjero
(Alemania en la clase 8 y por distintos países europeos en la 11),
ya que muchos nos dimos cuenta por primera vez de la importancia del
conocimiento de otros idiomas y de otras culturas, a lo que siempre
se le ha dado importancia en este colegio. Por supuesto, recibir
clases en alemán en algunas asignaturas no ha sido sencillo para
muchos de nosotros ya que resultaba una dificultad añadida, sobre
todo para los alumnos españoles.
En todas esas
vivencias podemos incluir también nuestra clase de deporte “extra”,
subiendo y bajando escaleras como “Wanderklasse” o clase
itinerante; los fenómenos extraños causados en radiadores,
persianas y demás enseres domésticos del viejo edificio; los ruidos
(necesarios) causados por las obras del nuevo, que parece estar mejor
preparado, para goce y disfrute de “a quien corresponda”; y
algunas misteriosas desapariciones, de las que preferimos no comentar
nada más…
Pero hablemos de lo
más importante: hablemos de esas personas, humanas en el fondo, que
nos han acompañado en nuestro arduo viaje por la jungla del saber:
los profesores. Efectivamente, ante nuestros ojos han desfilado
profesores y profesoras de toda índole: novatos, veteranos, serios,
informales, divertidos, aburridos, confidentes, despreocupados,
compasivos, despiadados,...Y como cada persona es un mundo, cada
alumno recordará con más cariño a unos y más rencor a otros, ya
sea por la confianza, el interés por la materia en cuestión o,
simplemente, por motivos personales. Otros serán recordados porque
ya no ejercen aquí su profesión, pero han estado con nosotros
durante mucho tiempo. A todos ellos, un cordial saludo.
Esperamos que en un
futuro las relaciones entre alumnos y profesores se base más en la
confianza, siempre respetuosa, que en rígidas normas de conducta.
Pero, ante todo, deseamos que la educación del alumnado no consista
únicamente en impartirle una serie de materias, sino que, además,
se fomente el desarrollo de su personalidad mediante la comunicación.
Así, creemos que el alumno llegaría a tomar conciencia de que el
estudio, el conocimiento, es un derecho y un ejercicio de libertad y
no una obligación impuesta desde arriba o un medio para, más
adelante, ganar más dinero para ser “alguien en la vida”. No
somos un cálculo de notas medias, sino personas que piensan y
sienten y que están deseando cambiar muchas cosas y que, como tales,
intentan superarse cada día un poco más como seres humanos.
Dicho esto, el
discurso llega a su fin. Les deseamos que pasen una velada agradable
(porque a nosotros nos va a durar poco la alegría; dentro de nada,
al Selectivo).
Gracias y buenos días.
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