Falsa catarsis
El dolor que se siente al mirar por la ventana y ver que el mundo está ahí, pero tú estás ausente, pensando en Él, sintiendo un dolor tan profundo y desbordante que nada podría hacerte sonreír en ese momento. Intentar pensar en algo positivo, en alguna idea necesaria, una rutina eficiente, y que sólo sientas ganas de llorar. Repasar en un microsegundo todas aquellas razones para seguir siendo feliz que tanto abundan en los libros de auto-ayuda, y tener sólo ganas de vomitar por el vértigo. Saber que no tienes motivos para arrastrar los pies, y aún así dejarte caer con la esperanza de que alguien te recoja. Sabes que hay un sentido, te sabes la lección de memoria, has vivido experiencias que te han dejado mutilado y has seguido adelante. Seguir atrás es imposible. Conocer los motivos, conocerte a ti mismo, y aún así tener ganas de mandar a la mierda a la Filosofía. Tener la imaginación congelada, los dedos agarrotados de tanta madurez, de tanta realidad, y la mente abotargada, repleta de puertas. Comentarte a ti mismo cómo te ha ido al día y acabar discutiendo contigo mismo. Salir a la calle para no estar en casa, y volver a casa angustiado, casi seco. Tropezar con una piedra sólo para saber que estás vivo. Diseccionar tus defectos y encontrar...nada. Explicarte, convencer, resumir, entender. Escuchar, expresar, sonreír, multiplicar. Miro al cielo como antaño buscando algún resquicio de romanticismo, de ese adolescente. Me dan escalofríos. Dirijo la mirada a la calle, como un autómata, desde el balcón, buscando la sangre fría en mis venas. Otro escalofrío. Observo, por fin, el horizonte, y se me antoja demasiado simbólico, extremadamente literario. Sólo queda mirar hacia adentro, pero necesito ser otro, tengo que ser otro y verme con ojos extraños, ser yo mismo la ciudad nueva, el paisaje exótico, la conversación surrealista; que mi cuerpo sea un polvo rápido y la caricia de un desconocido, la marea y el mantra, el suspiro y la carcajada. Lo sé todo, lo sé, lo recuerdo, lo intuyo, lo añoro. Sé que el camino es una trampa pero también un refugio, que los pulmones resisten si la voluntad es soberbia y cree en los conjuros. Sé que no existe el centauro, pero tampoco existe la rueda, ni el recuerdo, ni el dogma. Mantengo el suspense y espero la catarsis.
Cierro los ojos, concentro la mentira en un punto...y ocurre...el silencio...
Y entonces, sólo entonces, sonrío. De verdad, desde dentro. Por mi ingenuidad. Porque pensé que me lo iba a poner fácil. Esperaba el mensaje, el final perfecto, faros, luces y demás alucinógenos. La resurrección sólo ocurre en los cuentos. Y aún estoy vivo.
Ya tengo algo que hacer.
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