En un segundo
Cuando cierras los ojos y sientes que eres dueño de tu cuerpo
y un torrente de energía, como amor líquido, mueve tus brazos, y
todas las mentiras que te contaron, y todos los "no puedes"
que te inyectaron, suben del estómago a los pulmones, y oxigenan tu
voluntad de vivir, más allá de lo inmediato, como un delfín
comiendo palomitas, observando tu vida al pie de un acantilado, tu
mano bailando sobre la imagen proyectada del sol en tu conciencia,
imaginando que tú no eres tú, sino Tú, así, real, apretando los
dientes antes de derribar la puerta y entrar en la Verdad con los
ojos llorosos por el miedo a ser, concentrando toda tu historia en un
punto, decidiendo a cada milésima de segundo, comprendiendo la
importancia de la bota sobre el barro, ascendiendo, ascendiendo,
acariciando el aire, paralizado ante la belleza de un
presentimiento, estrujando el tiempo que se convierte en enemigo,
subiendo escaleras a toda prisa rodeado de planetas, conteniendo la
ira que se transforma en fuego y en ceniza, besando, besando a cada
instante, aferrándote a lo otro como si fuera la última tabla en
medio del cosmos, componiendo silencios que crepitan ante la
ausencia, midiendo la distancia entre un vacío y su contrario,
meciendo con los dedos la maravilla, el temblor, la luz que emana
hasta del más miserable, contemplando la brisa que nos eleva,
expulsando el frío, saltando sobre charcos de acero, manteniendo tu
mirada sobre las nubes, sin saber si caes o vuelas, abrazando la
música, despertando, todo tú viento sereno, susurrando a tus manos
con afecto, sintiendo, sí, sintiendo que vives, que no te detienes,
que abres el libro y no hay palabras, tan sólo la duda de un
recuerdo, y la imagen de un instante que se convierte en
cadena.
Cuando abres los ojos, el mundo es uno y tú eres
enjambre, rodilla sobre tu mente, puño contra lo eterno. Un segundo
necesitas para saberte libre, constructor de realidades, dueño de ti
mismo y no esclavo, capaz de amar.
Capaz de amar.
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