Soñar de raíz
Y cómo saber hacia dónde ir, cuando tu propio padre desea tu fracaso...cómo sentir alegría, cuando tu hermano, que en tu mente sigue riendo y jugando, te amenaza y ves el odio en sus ojos...qué se supone que tengo que hacer, cuando todo lo que he hecho sólo ha servido para estar cada vez más solo, rodeado de mentiras, los ojos marchitos de tanto llorar...Si cada vez que tengo una chispa de Fe, un esfuerzo sobrehumano de mí mismo intentando escapar de la prisión que soy Yo, siempre hay alguien, siempre, que me recuerda que es mejor abandonar...Yo sentía amor, amor en mayúsculas, amor que bastaría para curar un mundo entero de desdicha...un amor del que se han reído, que han insultado, que han destruido. Os quejáis de vuestras desgracias, pero no habéis visto a vuestra propia madre llorando de pena mirando unas fotos, ni habéis vivido el doloroso, interminable sufrimiento de darse cuenta cuando algo es irreparable. Me siento arrojado al mundo, como un vómito bienintencionado, como una broma de mal gusto, paralizado, alienado, roto. Soy capaz aún de la risa, mas no de la alegría. Amo con la intensa sensación de estar perdiendo ya algo, y me aferro a un abrazo como si fuera mi último minuto de vida. Cómo, dios mío, como puede un hombre acabar así, cuando ha sido valiente, cuando ha hecho todo lo que estaba en su mano, para salvarse a sí mismo y a otros. Por qué tanto desprecio, tanta ira, tanta mentira. Pido perdón, perdón, por el amor de todo lo que existe, perdón hasta que me salte el corazón del pecho por todo lo que hice, por ser yo mismo, pido perdón a mi padre por no ser quién él quería, a mi madre por rebelarme y abrirle los ojos, porque sólo le ha traído dolor, pido perdón a mi hermano por querer que sea feliz y dios mío, por haberle parado aquel día, tenía que haberle dejado gritar, y destrozar, y matar. Pido perdón por mantener un poco de juicio en medio de la mayor de las locuras, que es sentir miedo en tu propio hogar. Pido perdón, por favor, pero no me dejéis solo. No me dejéis solo.
A veces sueño que estamos los cuatro sobre un escenario, como en aquel vídeo de la boda, mi madre con ese traje naranja tan bonito, de flores, andaluz como ella de corazón, tan guapa, bailando con nosotros, mi hermano radiante, con sus gafas de niño bueno, su pelo de niño bueno, y su alma aún intacta, y yo, pequeño, pero ya tan lleno de amor, mirando a mi padre sentado sobre su trono de hielo, apartado, serio, fumando, como un quinceañero marginado que sólo quiere que alguien le invite a la fiesta, a veces sueño que suena una canción, una canción alegre, y mi padre se levanta y empieza a bailar con mi madre, y nos guiña un ojo, y sonríe...verle sonreír es como ver un cometa...y sueño que todos bailamos en el escenario y veo a mi padre acercándose a mí y diciéndome hijo, yo te apoyaré hagas lo que hagas, y te querré seas como seas, y veo como se acerca a mi hermano y le pide perdón, perdón por haberle deseado la muerte, perdón por tenerle celos, por tenerle envidia, por odiarle. Pero el sueño se desvanece, y sólo veo la nada, el Frío absoluto, y entro en sus mentes y sólo encuentro un rencor infinito, y tanto, tantísimo miedo, terror ante la vida, ante una palabra sincera, ante la simple verdad. Su jaula es un infierno sin horizonte, un mar interminable, la vida titánica que todo lo observa y que todo lo juzga. Cada acto y cada palabra, cada día que pasa, cada grito, cada silencio, cada lágrima y cada puño cerrado; cada decisión, cada momento de duda, supone tal tortura, que prefieren moverse por impulsos, sin rumbo, rebotando y chocando contra las paredes del mundo, variando su rumbo cuando cambia el viento, lavando sus ropas cuando cae la lluvia, saliendo del huevo sólo cuando alguien saca una sartén. Tantas veces les dije: humildad. Tantas veces les dije: paciencia. Tantas veces les imploré que se miraran al espejo. Pero cuando se miran ven a otro, a Ese, a alguien a quien odian y que convive con ellos, ángel de la muerte, Dios al que alcanzar, pero Dios mortífero, porque es inalcanzable, y sólo les hace sufrir, porque se persiguen a sí mismos, eternamente, buscan a Dios en las alturas y no saben ni ponerse en pie, y se sienten gusanos insignificantes, indignos, feos. Son lo que otro hizo de ellos, son un Frankenstein poeta, malditos en su mente, atrapados en su costumbre, la costumbre de ser como son.
Yo soy yo. Y soy mi padre, mi madre, mi hermano, mi barrio, mi escuela, mi televisión, mis libros, mis amigos, mis enemigos, la publicidad, el estado, el árbol que observa, la hormiga que busca. Y no siempre pude elegir. Soy la Historia en fugaz instante, soy un cuerpo en un universo infinito, producto y creador. Y me veréis rechinar los dientes, sudando a mares, gritando de puro dolor, mientras mis brazos, negros, oscuros, mutilados, rezumando desesperanza, a pesar de todo, intentan doblar el Tiempo, y golpearé las paredes invisibles del Nombre Tirano, aunque me deshaga en sangre, charco de realidad, para abrir una brecha en los corazones, y decirles: ¿Veis? ¿Lo veis? ¿Lo admitís ahora? Porque al ciego no le hace falta ver; ya ve, a su manera. No son las mentes ya lo que hay que abrir: no es el hambre, las guerras o el Demonio lo que hay que combatir. Son las almas, en canal, de arriba a abajo, las almas muertas, el ánimo inerte, la acción y las manos y el suelo ahogados en mentiras, en dinero, en palabras vacías. El Otro ya no es nada, pasivos ante la imagen, esclavos de luces y sombras que no tienen ya significado.
Hay un lugar oculto, pero diáfano, donde todos son como son, y no es necesaria la máscara. No todo allí es alegría, pero no existe el odio. Todo se expresa, todo se sabe, y no existe el recuerdo fantasma ni la fantasía posible. Es todo hermoso, y cálido...
...dejadme que sueñe esta noche...
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